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  • Monstruo de La Marihuana

Cuento Corto. Mugas de San Roque.

Actualizado: 3 abr 2020


Experiencia comprando Ganja en San Roque, año 2011.


Esta experiencia como tal me nace contarla debido a las extrañas situaciones en las que podemos estar por este simple hecho: que nos guste el Cannabis y que sea ilegal.


Lo relataré en 3era persona, creo que funciona más:


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Le dió la mano, aunque no se conocían lo hizo de la manera más natural posible; tomando en cuenta que en la misma mano habían 3 mugas de hierva.


  • Hola Filósofo, le dijo.


El joven de algo más de 20 años de edad se sorprendió evidentemente; y claro, estaban sobre el puente peatonal del Tejar, justo el que da a la subida del Mercado de San Roque, en los túneles. Famoso por la pescadería que por años surte de todo tipo de mariscos a gran parte de Kito, por lo barato de sus productos, su buena calidad y en las calles las famosas mugas de San Roque que hasta hace años hacían que viejos y jóvenes suban a surtirse de 6 fundas por 5 dolaritos.


  • Quiero 6.

Dijo, quien en este cuento llamaremos Filósofo, apodo dado por el protagonista de esta historia, Valentín, al joven comprador de Cannabis.


Eran casi las 11 de la mañana, un día de sol y el mercado estaba lleno como siempre. Aunque aún no le había dado ni un solo dólar el Filósofo sintió confianza ante este señor, parecía evidentemente un vendedor de Ganja como abundan en el sector. De unos 50 años tal vez y aspecto avejentado, cabellos ya con canas y una mirada de vidrios trizados en sus ojos.


Valentín: Sígueme.


Valentín por su parte no tenía nada que perder, y evidentemente el joven no parecía ser una amenaza para nadie. Sus grandes lentes y cabello corto le daban un aire inofensivo. Delgado, alto y con un par de aretes subía a comprar marihuana seguramente, Valentín iba a aprovechar la oportunidad y completar lo justo para ¨subir¨.


Valentín: Filósofo, estudias verdad?

Filósofo: Sí, estudio.

Valentín: En la universidad?

Filósofo: Sí, en la universidad.


Habían bajado el puente peatonal y ahora subían por la calle lateral sur al Mercado. Un montón de gente hacía sus compras de todo tipo, el comercio ambulante abunda en este sector de la ciudad haciendo que las calles estén vivas.

El exagerado volumen de los videos del Tinku Boliviano hacen que varios estibadores hipnotizados se olviden de su dura labor, y se mezcla con el griterío de los ofertantes de todo tipo de productos, incluyendo el blanco o verde, chamo?



Los colores de las frutas, plantas y verduras en esta subida de aproximadamente 3 cuadras es de toda la gama que uno se pudiera imaginar: desde el oscuro capulí que aún se puede ver en ciertas épocas, pasando por todas las tonalidades de amarillo, rojo, naranja, el verde oscuro del aguacate, tan parecido al del Cannabis que se vende en el sector, sin olvidar que se puede encontrar ortiga, incluyendo toda clase de ungüentos y menjurjes.


Valentín: Tienes 50 centavos? Porque vamos a subir en camioneta, te toca pagar de los 2, pero tranquilo, te va a gustar donde te llevo.

Filósofo: Sí tengo, todo bien.

Valentín: La cosa está dura, ya no es como antes. Mira esa camioneta, está a punto de salir, vamos.

Suben nuestros 2 personajes a una camioneta Chevrolet doble cabina, azul, rumbo a la cima de la Libertad. La camioneta está llena de personas, adultxs y niñxs que apretados suben en zigzag.

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El Filósofo está un poco preocupado, sus ojos ven de un lado a otro. Evidentemente se pregunta ¿qué tan inteligente es subirse a las invasiones con un viejo que no conoce, a un lugar que no conoce y sin saber qué va a pasar?, aunque lo intuye. Le tranquiliza un poco el hecho que no tiene nada de valor más que los 8 dólares con los que salió: no tiene celular, ni reloj, ni buenos zapatos. Mejor dicho no hay nada que bajarle. Aunque claro, más que los mismos ladrones le preocupa la policía, sirenas de patrulla suenan constantemente en la subida, es una zona regularmente caliente.


Valentín: Vamos a ir donde la Romina, le conoces?

Filósofo: No, no he subido en tiempos a la Cima de la Libertad, y no le conozco. Oye, pero todo bien?

Valentín: Ahora ella está adentro, le encerraron. Yo también tuve una buena época cuando era guambra, llegué a tener lo que sería en millones de sucres para unos 10 carros del año. Me daba la buena vida, para qué también, pero todo se acaba; Todo bien, el negocio se quedó con la familia, siguen repartiendo aunque la dura está adentro, ya mismo ha de salir, le faltan un par de años no más.



A mí también me dieron cana, 12 años pagué yo. Me cogen con toda una camioneta cerca de Ambato, cargadito. Yo decía ya con este me salgo, y pun! Me cogen! Yo pensaba que sí me iban a dar chance de arreglar, pero nada, pedían mucho, mi misma familia se ferió la planta, por eso papa, no hay que confiar en nadie, solo en Dios chukcha.

Filósofo: 12 años es un montón de tiempo, debió ser turro.

Valentín: Ahí me cagué la vida yo. Papa, si yo era sano, la cárcel te pudre, la soledad. Peor aún cuando la familia te da la espalda. Ve, yo salí de la cana y ni mi hija me saluda, ¿por qué? Porque no tengo nada.

Cuántas veces repasa mentalmente su historia es imposible calcular; Valentin mientras la relata va llenando la camioneta con el olor que desprende el hambre, la sed y las drogas juntas. Sus ojos se ponen vidriosos, mientras habla sus dientes un poco pastosos se llenan de espuma.

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Han avanzado tal vez 10 minutos y la camioneta ha subido ya considerablemente. Las calles tienen gente en las veredas, abundan en la subida pinchos, mollejas asadas y cartones de vino de 2 dólares que se acumulan en las esquinas. Los perros tienen su festín también.


Se puede divisar Kito abajo, con una ligera nube de polución, se escuchan las sirenas de patrullas y ambulancias, los colores de la ciudad y sus sonidos característicos se pierden a lo lejos.


Se bajan de la camioneta, el Filósofo se ve indeciso, no sabe si seguir o no. Claro, podría esperar a que la camioneta baje y dejar el asunto ahí. Sin embargo era una excelente oportunidad; amante de la marihuana declarado, podía conocer a la bruja de brujas, dejar de comprar chola por mugas y empezar a comprar en mayor cantidad, ahorrando dinero y sobre todo tiempo. No sabía qué hacer y Valentín lo notó.



Valentín: Tranquilo papa, son de confianza. Además los policías a esta hora están en la cantera jodiendo. Le presento a la gente y puede subir cuando quiera papito, vamos rápido vea, es por ahí.


Señala un pequeño sendero a lado de varios juegos infantiles, parece el último parque rehabilitado probablemente ya que de ahí para adelante todas son casas a medio hacer. Algunas de ellas son de adobe y partes de cemento, plásticos y zinc en el techo. Sorprende la cantidad de perros callejeros en el sector, lo dominan todo y lo saben, son tranquilos en su imperio.

La calle está vacía, la mayoría de niños del sector deben estar en la escuela y uno que otro viejo se puede ver tras las ventanas de las improvisadas casas.

El Filósofo acepta la invitación, ya está arriba y usualmente corre con buena estrella, entonces sigue adelante con la improvisada misión.


Caminan por otros 2 senderos, bajan una escalera de estrechas gradas que desde la ciudad se ve como una serpiente, ellos son dos puntos que aletargadamente bajan; olvidé mencionar que Valentín cojea un poco de la pierna izquierda, lo que hace que la caminata parezca procesión.

Entran por uno de los senderos que se abren a los lados de la escalera que bajan. Impresiona el coraje para hacer casas a lado del acantilado, impresiona que Kito tenga tantos contrastes.

Una perra con sus pequeños cachorros les da la bienvenida, acostada en el césped ve pasar a estos dos personajes, ¿cuántos parecidos verá cada día?

Valentín se detiene.

Valentín: Espere aquí papa, voy a decirles que soy yo y que vengo con un amigo, tranquilo, yo soy de confianza, si le preguntan algo responda no más.

Empieza a silbar esperando respuesta de una de las casas. A lo lejos suena una banda de hip hop, famosa en el centro y sur de la capital y dueños de esos barrios según dicen sus liricas.

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Una anciana se asoma a la ventana. De cabello blanco y el rostro arrugado, indígena, con su vestimenta tradicional: un chal rojo adorna conjuntamente con los mullos que cuelgan de su cuello a esta señora, parece una montaña viviente, sonríe y hace una seña para que Valentín pase la improvisada cerca que es una lata enterrada en el suelo.


Valentín: Buenas, buenas, soy Valentín ¿quién atiende?


Segundos después salen 2 adolescentes. El mayor de 14 años y el menor de 12. De cabellos cortos, aretes, gorras y ropa ancha, le invitan a pasar a la lavandería. Todo el lugar es de adobe; al Filósofo le vienen a la mente varios pensamientos, está nervioso ya que las sirenas de policía suenan pasando 5 minutos, quiere hacer rápido la vuelta y bajar a la tranquilidad de las calles del centro de Kito.


El P: Qué más, y ese man, quién es?

Valentín: Es un pana que me acompaña desde abajo, es de confianza ya ha de empezar a visitarles solito, para que le den el número.

El C: Parece policía ese man. No eres chapa? Dejaraste de huevadas Valentín.

Valentín: Tranquilo papa, que es derecho mi pana.


El Filósofo está nervioso, ahora no solo el sonido de las patrullas, los guambras le encaman ser policía. Quiere salir rápido del lugar, la anciana desde la ventana rota presencia toda la escena.



Los adolescentes se ríen para sus adentros, quieren que el Filósofo se asuste un poco y ponen una actitud de gangsters de 14 años.


El Filósofo por su parte busca con la mirada cual sería el camino más seguro para correr en caso de que llegue la policía. Ha escuchado ya la quinta vez una sirena de patrulla en el barrio, le asusta estar a 30 minutos a pie del mercado de San Roque, no pensó nunca hasta ese momento en la bajada.


El Chamo mayor: Cuánto quieres?


Valentín: Un cuarto no más papa, para irme rapidito que aún es temprano.

Entra El C a la casa, el viejo se va para un lado a orinar. El P ve al Filósofo, no dice nada. El Filósofo tampoco, sigue sonando hip hop desde el interior de la casa. La vieja viendo desde la ventana tiene la mirada perdida en el horizonte, en todo caso tiene un vista privilegiada de la ciudad desde arriba.

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Sale el chamo menor de la casa con un gran trozo de marihuana envuelto en periódico, parecía haberlo cortado con cuchillo, la famosa chola, la diosa verde, la mary jane como diría el poeta de la muerte. Un cuarto de libra que extendió a Valentín, el cual a su vez puso encima de la piedra de lavar.


Valentín: Filósofo saca la plata.

El filósofo saca sus 7 dólares, Valentín le recibe, le queda viendo.

Valentín: No tienes más? La media a mí me dejan en 25usd!!

Filósofo: No tengo nada, me regreso a pata a la casa.


Se acerca Valentín donde el chamo mayor y le da los 15 dólares. El filósofo no podía creer que por 15usd te daban ese montón de marihuana, claro estaban donde la bruja de las brujas, pero aún así era bastante. Al ver esto el Filósofo aprovecha la oportunidad.


Filósofo: Oye, me puedes dar tu número, yo cargo con algunos panas, y si quisiéramos vernos una libra cuando haya chance.

El P: A ver, anota. Cuando me llames me dices que eres Francisco, pilas si no, no te atiendo.


El filósofo anota el número en un papel viejo que saca de su bolsillo y anota con letras grandes ROMINA, guarda el papel y acto seguido Valentín le da algunas fundas vacías que tenía consigo.


Valentín: Acolita Filósofo para irnos rapidito que quiero bajar a trabajar.


Valentín asienta el paquete sobre la piedra de lavar que está a lado de la pared de adobe y lo empieza a desmenuzar con gran esfuerzo debido a lo compacta que esta la marihuana. Coge una funda y la llena. El Filósofo acaba de ver el nacimiento de una muga; tantas veces la había comprado y siempre se preguntaba en dónde y cómo aparecen estas funditas tan apetecidas en los mercados de Kito, su pregunta había sido respondida, una vez más en la montaña.


Valentín: Házles así, no les pongas de más y mándales con todo y hueso (dice riéndose al ver algunos troncos en la fundita).


Al filósofo no le parece tan linda la idea de paquetear toda esa marihuana en aquel lugar, aunque el porro gigante que acaba de pegar uno de los chicos le motiva indudablemente a ser paciente.


Filósofo: Yo me tengo que ir de una, debo hacer algunas notas.

Valentín: Por eso mismo, acolita y nos vamos rápido, además no vale que bajes solito por aquí.


Además de que no tiene muy claro por donde bajar tampoco le entusiasma la idea de hacerlo solo, no por nada le dicen san rocanrol al lugar, y sobre todo donde se encuentra son las invasiones de la Cima, conocido por los peligrosos trabajos de sus habitantes.

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Le llega el turno del cigarro de Cannabis al Filósofo, le da largas caladas a este gran porro de Chola y siente su característico sabor, una que otra semilla se quema dentro produciendo una pequeña explosión (como la del canguil).


Han estado menos de 20 minutos en el lugar y todas las mugas están listas, el segundo porro ha sido encendido ya. Valentín y el Filósofo se disponen a bajar, se despiden de los 2 adolescentes los cuáles no demuestran ningún tipo de emoción, y entran al cuarto donde está la abuela. La casa es una improvisada invasión, latas y plásticos viejos hacen el techo, hay un par de ventanas. Asentada en las faldas del Pichincha contrasta con la verde montaña llena de flores silvestres, eucaliptos y uno que otro gavilán que circunda el cielo. Pareciera el barrio de algún pueblito fuera de la urbe, con sus pequeños chaquiñanes que llevan a cada una de las improvisadas viviendas.

No parece la imagen de traficantes de droga que el Filósofo está acostumbrado a ver en los noticieros.


Valentín: Filósofo, toma tu parte, subirás cuando quieras pero solito o no te atienden.


Le entrega 10 grandes mugas de hierva; sinceramente el Filósofo esperaba más ya que sus 7usd fueron el valor de la mitad de todo el cargamento, pero no dijo nada ya que el hecho de haber subido a conocer el lugar era una especie de favor que la vida le hacía a través de Valentín. Agradece mientras extiende el porro a Valentín, salen a las gradas y empiezan el descenso hacia el mercado.





Filósofo: Dónde vas a vender esas mugas?

Valentín: Allá abajo se venden solitas papa, ya sabe 6 por 5.


Han bajado casi la mitad del camino, algunos adolescentes están en las gradas, conversan, fuman un poco de todo, los vinos de dólar son la alfombra en el lugar. Hay fundas de basura en toda la bajada, un poco de suciedad de perro, un poco de suciedad humana en las esquinas del improvisado corredor que no debe tener más de un metro y medio de ancho y las angostas gradas hacen que el caminar de Valentín sea más lento.


Valentín: Ves esa pared, esperemos ahí un poco.


Se acercan a una especie de mirador; tienen a Kito bajo sus pies bañada con ese sol de la 1 de la tarde, se escucha el sonido de automóviles y de varios niños y niñas que salen de una escuela cerca de aquella pared/mirador, en la cual se hallan sentados nuestros dos personajes mirando el horizonte.

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Valentín abre su mochila café y saca una pechuga, el Filósofo se asombra aunque lo disimula muy bien. Abre también una de las mugas y saca un papel delgado, un improvisado cuero que le servirá para su propósito. El Filósofo trata de no incomodarse, aunque estar con un personaje como este, una mochila con más de 30 mugas de marihuana, él mismo con 10 en los bolsillos del pantalón y acompañarle a que queme un gran maduro con queso sería jugar demasiado con la suerte.


Valentín: Tranquilo Filósofo ya bajamos, 2 cuadritas faltan no más, y este se quema rapidito mientras vamos bajando, tranquilo aquí todo el mundo me conoce.


Filósofo: Tengo que llegar rápido a la casa, descansa un chance y nos vamos de una. Se pone de pie.


Valentín: Tranquilo papa, igual ya de aquí puede bajar usted sin que nadie le moleste, la gente del barrio es buena también, la gente es buena con la gente papa usted sabe, usted tranquilo.



Lo enciende y empieza a salir el humo inundando inevitablemente con su olor todo el lugar, olor muy popular en este barrio por lo barato que es adquirir un par de tolas y sorprendentemente apetecidas por los vecinos de san rocanrol.

El Filósofo mira la ciudad sin apuro, se pregunta, una vez más: Esconderse de qué, de quién?


Filósofo: Valentín, apoya un cuero


Saca una muga de su bolsillo del pantalón y Valentín saca otro improvisado papel, por lo pequeño de las letras impresas parece ser un Nuevo Testamento, de esos que saben andar regalando en la ciudad. Le da el papel y una muga.

Valentín: Toma, trata de hacer que entre todo sin que se rompa.


El Filósofo empieza a cerrar el porro, sacando esta vez semillas, pequeños troncos y hasta un mini trozo de chifle. Lo prende, da un par de largas caladas y se lo pasa a Valentín.




Valentín: Ve! A más de filósofo has sido arquitecto!!!


Se ríen los 2 a la vez, el Filósofo mira cómo Valentín disfruta la situación, no tiene idea las veces que ha estado haciendo lo mismo en esta montaña, aunque esos ojos como vidrios trizados parecen haber visto cosas duras, disfruta de su sencillo presente: Un desconocido, un buen porro de hierva, la ciudad bañada por ese solaso y una misión que concluye con éxito.


Se acaba el porro, Valentín se olvidó por un rato de su maduro, lo vuelve a prender, el Filósofo le apreta la mano con gusto y se despide.


Valentín: No tienes por ahí un dolarito, para comer algo hasta que se venda esta nota.


Filósofo: Chuta Valentín, me regreso a la casa a pata.

Sigue bajando las gradas y se pierde el Filósofo en una de las curvas al mercado.


Muchas cajas de vino y perros que reinan en el lugar le acompañan en la bajada.

Valentín mientras quema su maduro es iluminado por la luz del sol al igual que toda la ciudad de Kito.



Si lo leíste completo... GRACIAS... se vienen más cuentos cortos, aportando a la cultura cannábica del Ecuador.


Monstruo de La Marihuana.

Nos escuchamos cada martes en Pata Caliente Radio Kriminal


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